Ya estoy cansado. No solo triste por el hachazo de vidas, empleos y planes de personas, a merced de un puñetero virus. Cansado de estar en casa, pese a estar con la familia y mis libros -mi otra familia- , y con mi amigo, el ordenador. Hasta a quien le gusta la montaña rusa se cansaría si le mantienen dando vueltas unos días.
Pero más que cansancio por lo que tengo en casa, que al fin y al cabo, es la madriguera del hogar que siempre es fuente de calor y ternura, me canso de no tener lo que tenía fuera de casa.
Me explico. Nada ambicioso, soberbio ni lujurioso. No echo en falta ágapes, viajes, conciertos y festejos. Sencillamente echo de menos el «café de la mañana», no en el sentido portugués donde se identifica con el desayuno, sino en el sentido español de la pausa que se hace…
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