Pablo, al igual que otros muchos asalariados durante el pasado confinamiento primaveral, teletrabajó el 100% de la jornada laboral. Después, en el verano y, visto el éxito, continuó sin ir por la oficina para nada, bregando en su domicilio. Con el otoño, llegaron nuevas y mejores emociones de la mano de un correo electrónico: “Estimado empleado, puede pasar por su puesto a recoger la silla”. La empresa había adquirido hace años un costoso asiento ergonómico que pensaron estaba mejor en casa de quien teletrabaja. Supone tanto como reconocer que no volverá a poner un pie en la oficina.
«Cada crisis acelera y acrecienta lo inevitable» nos recordó Norman Foster en una reciente entrevista. El famoso arquitecto Premio Príncipe de Asturias de las Artes entiende que se han precipitado muchas tendencias de cambio que ya eran evidentes antes de la pandemia. La digitalización de los procesos y de los…
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